miércoles, setiembre 21, 2005


25.
- Te dije que no subieras.
Mario ya estaba fumando. Estaban en el techo y de allí se veían otros techos. Todas eran casas pequeñas y las azoteas de éstas casas siempre decían muchas cosas. En el techo de la casa de Carolina, por ejemplo, se cuelga la ropa y está el perro. Las escaleras por donde se sube son unas escaleras caracol de metal, que ascienden del primer piso al techo.
- Ja, ja, ja. Sí.
- Y encima te ríes, ¿no? Eres de lo peor, Mario -lo tomó del cuelo y lo besó. Mario botó el humo de su cigarro por la nariz.
Luego le dijo:
- ¿Quieres?
- Estás loco, en cualquier momento llega alguien.
Tenían los pies en el último peldaño de la escalerita de metal.
- Tengo gotas, si quieres. Y también he traído un DVD de un concierto de Los Abuelos de la Nada.
- Chévere.
- ¿Sabes? -dijo Mario, pasándole saliva al borde de su cigarro de marihuana- Hay una canción en especial que hace que me acuerde de todo esto...
- ¿Cuál?
- No sé. Ya verás, hay que verlo.
Mario bajó las escaleras atraído por la luz de la computadora que había prendido en el segundo piso.
- ¿Cuál es tu cuarto?
- No sé. Apaga eso. Cuando fumas te pones tan tonto...
- OK, sorry... oye, ¿sabes dónde dejé mi mochila?
Carolina se alejó y se metió a su cuarto. Mario se apoyó en la mesa frente a la computadora. Sintió la luz gris del día entrar detrás suyo por el borde de la ventana y la escalera donde había estado fumando. Se imaginó a sí mismo en esa posición. Se sintió desnudo sin su barba y su pelo. Ya no era él. Pero era afortunado al estar allí. El precio era convertirse en otra persona.
- ¿Te sigo gustando sin pelo?
Carolina negó con la cabeza. Estaba de pié, detrás de una puerta.
- Te ves igual, sólo que sin pelo.
- Siento que me veo mal, ¿sabes? -Mario trató de verse en el reflejo de la computadora. Fue inútil. En todo caso sólo vio una sombra deforme.
- Te ves bien, de verdad.
Carolina sentía que Mario no era el mismo, tendría que acostumbrarse a aquel cambio. Abrió la puerta de su cuarto y le dijo:
- Mi cuarto.
Mario se puso de pié y avanzó.
- ¿Te he contado de aquel capítulo de American Spycho en el que Pat Bateman se come cruda a una mujer?
Carolina lo coge de la cintura y lo besa.
- ¿No vamos a escuchar el concierto de Los Abuelos de la Nada?
- Te pones tan tonto cuando fumas...
Carolina lo echó en la cama y lo abrazó.